Regional
Nacional
Crónica
06/07/2025
Todos hemos ido a velorios, y es en esos momentos en que uno se detiene y toma conciencia que todos, absolutamente todos, vamos a terminar ahí. En un ataúd o en una ánfora, da lo mismo si fue una vida corta o larga, fácil o cuesta arriba, vivida a concho o a medias. Da igual si uno fue gerente general o nunca trabajó, si se fue con la cuenta corriente abultada o lleno de deudas. Al final, todo termina igual, bajo tierra o en cenizas.
Es curioso que, sabiendo lo anterior, seguimos arrastrando preocupaciones que, con el tiempo, valen menos que el peso de una hoja seca. Le damos vueltas a cosas chicas, nos tomamos a pecho opiniones ajenas que no cambian nada. Nos enojamos con hermanos, con vecinos, con compañeros de pega por tonterías. Dejamos pasar la infancia de los hijos, y no podemos volver el tiempo para escuchar la risa de padres y abuelos.
Hay gente que despierta como si tuviera garantizado el mañana. Se levanta, se queja del tráfico, desayuna, almuerza y cena apurado, revisa Instagram por horas y sigue con su vida. Pero pocos son los que se preguntan, con honestidad y sin temor a la respuesta, si están viviendo cómo quieren vivir. ¿Hace cuánto no hacemos algo que de verdad nos mueva el alma?
Y es que el ataúd o la ánfora, más que un símbolo de muerte, deberían ser un recordatorio de vida. Un llamado de atención. Un empujón suave que nos diga: “oye, aprovecha, y hazlo”. Porque sería lamentable no haber vivido con sentido, por andar preocupados de cumplir expectativas ajenas, de aparentar o de callar lo que de verdad sentimos. A veces, un buen silencio vale más que mil excusas, y un abrazo dado a tiempo puede sanar más que mil terapias.
Quizás sería bueno preguntarnos más seguido si lo que hacemos cada día nos acerca a la vida que queremos. No se trata de dejarlo todo e irse al sur con una mochila, se trata de empezar, aunque sea de a poco, a vivir con más conciencia, porque al final del camino, lo único que va a importar no será cuánto tuvimos, sino cuánto sentimos. Y cómo fuimos capaces de amar, pese a todo.
La anterior opinión/reflexión es personal, si te gustó, like o repostea.
Autor: Máximo Martínez Campos