A 21 años de la promulgación de Ley de Divorcio: más de 11 mil procesos en 2025

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10/05/2025


Se cumplieron 21 años desde la promulgación de la Ley 19.947, que incorporó por primera vez el divorcio con disolución de vínculo al ordenamiento jurídico chileno.

La conocida “Ley de Matrimonio Civil” no solo estableció un mecanismo legal para terminar con los matrimonios, sino que también impulsó un cambio profundo en la forma en que las familias chilenas entienden las relaciones afectivas, el compromiso y la libertad.

Desde su entrada en vigencia en octubre de 2004, la ley ha sido objeto de debateajustes y lecturas desde múltiples disciplinas, y hoy, a más de dos décadas de su implementación, el saldo parece ser positivo, según diversos expertos.

“La ley 19.947 contempló una innovación jurídica al incorporar el divorcio con causales legales claras, sustituyendo el mecanismo fraudulento que se usaba antes para la nulidad. Esto dejó la decisión en manos de los tribunales, lo que fue complejo al inicio, pero con el tiempo se fue agilizando”, explica el abogado Mario Cubillos.

De la nulidad a la transparencia legal

Durante las décadas previas, el divorcio como tal no existía en Chile. Las parejas que deseaban poner fin a su vínculo matrimonial debían recurrir a la figura de la nulidad, amparados en causales que, en la práctica, se transformaban en meros procedimientos simulados. Era común que se alegara incompetencia del oficial del Registro Civil como argumento para anular un matrimonio de varios años.

La entrada en vigor de la nueva normativa significó un cambio de paradigma. En 2005, primer año con cifras consolidadas, se registraron 7 mil 643 divorcios a nivel nacionalEn 2023, esa cifra llegó a 40 mil 524, según el Servicio de Registro Civil.

En la Región del Biobío, los datos también evidencian la consolidación del divorcio como una herramienta efectiva: en 2018 hubo 2 mil 447 divorcios; en 2019, 2 mil 679; en 2020, a pesar de la pandemia, se concretaron 2 mil 34; y en 2021, el número se elevó a 2 mil 605.

Este año, a nivel nacional, hasta abril de 2025, ya se contabilizan 11 mil 535, lo que proyecta una cifra anual menor a la de años anteriores si se mantiene la tendencia, y que podría estar indicando una estabilización o incluso una baja en las disoluciones matrimoniales.

Hoy es común ver causas de divorcio de mutuo acuerdo. La jurisprudencia ha evolucionado, flexibilizando la aplicación de las causales y facilitando el trámite. No obstante, aún queda trabajo por hacer en materia de cuidado personal y relación directa y regular. Se necesita un sistema extrajudicial más ágil que fomente la mediación entre padres“, añade Cubillos.

Nuevas formas de familia

Para el sociólogo Juan Carlos Santa Cruz, la ley vino a transparentar una realidad ya instalada en la sociedad chilena. “En los años 80, muchos niños vivían en familias separadas, pero legalmente sus padres seguían casados. Había una hipocresía tremenda en torno a la nulidad, y la ley de divorcio vino a aliviar esa carga social. No destruyó a la familia, sino que permitió nuevas formas de familia“, afirma.

A juicio del experto, este cambio también redefinió la percepción que se tenía del matrimonio. “Hoy ya no es parte del “checklist” de la vida: estudio, trabajo, matrimonio. Se posterga, se repiensa o simplemente se omite. La ley, lejos de debilitar al matrimonio, le dio un nuevo aire, porque ahora es una decisión más libre y consciente“, indica Santa Cruz.

Según el profesional, las diferencias en la experiencia del fin del matrimonio no se dan tanto por clase social, sino por nivel de religiosidad. “Los sectores ligados a comunidades religiosas, tanto católicas como evangélicas, tienden a tener una visión más conservadora. En cambio, los sectores laicos lo ven como un contrato que se puede terminar. El punto en común, sin embargo, es que cada vez se tolera más la separación y la decisión de no casarse”.

Mónica Luarte, Técnico en Enfermería de 49 años, quien se divorció en 2005, apenas un año después de que entrara en vigencia la ley. “De primera me costó, fue difícil emocionalmente porque tenía una hija pequeña y otro hijo de siete años. Ya llevaba tres años separada, y fue una decisión tomada porque él estaba con otra persona y tenía un hijo de la misma edad de mi hija. Por eso también se fue de la casa”, recuerda.

Aunque el proceso legal no fue complejo, gracias a abogados diligentes, lo vivió prácticamente sola, sin red de apoyo familiar. “Desde que me separé hasta el divorcio, sané. Me aferré a Dios, y eso me ayudó mucho. No tuve que lidiar con una depresión profunda, pero sé que no todos viven lo mismo”.

Su divorcio marcó un punto de inflexión. Se mudó con sus padres, comenzó a trabajar, y decidió estudiar una carrera técnica para darle un mejor futuro a sus hijos.

“Todo lo hice por ellos. Me dediqué a estar con ellos, apoyarlos, y salir adelante. Preferí no tener pareja en ese tiempo, quise enfocarme en mis hijos y en construir algo estable para nosotros”, comentó.

Hoy, desde la estabilidad laboral y emocional, mira el proceso con perspectiva. “Aunque una esté enamorada, si la situación te hace daño, hay que cerrar los ojos y divorciarse. Por salud mental, por uno mismo y por los hijos. Siempre hay que pensar qué es lo mejor, y no quedarse en un lugar donde se sufre”.

Impacto emocional

Desde la psicología, el divorcio es también una instancia de cambio que puede ser positiva si se maneja adecuadamente.

Valentina Mardones, psicóloga laboral y fundadora de PowerPsicología, advierte que los efectos dependen de la etapa vital y de la forma en que se lleve el proceso.

“En niños pequeños, la ausencia de uno de los progenitores puede generar ansiedad o inseguridad si no se maneja bien. Pero también puede desarrollar habilidades como la tolerancia a la frustración o la adaptabilidad. En adultos, si se vive como una transición positiva, puede ser un periodo de transformación personal muy potente”, destaca Mardones.

La especialista agrega que el acompañamiento psicológico durante el proceso de separación es clave para evitar secuelas: “La ruptura de un vínculo amoroso puede ser una oportunidad para el autoconocimiento y la reconstrucción personal, pero también puede derivar en cuadros depresivos o ansiosos si no se gestiona adecuadamente“.

¿Divorcio o libertad?

Uno de los debates que ha surgido tras dos décadas de la ley es si la posibilidad de divorciarse ha debilitado el valor del matrimonio o si, por el contrario, la ha fortalecido al devolverle un carácter voluntario.

“Yo creo que la posibilidad de divorciarse no desincentiva el matrimonio. Al contrario, lo vuelve más auténtico. Nadie debería casarse por presión social o por miedo al qué dirán. Hoy las personas se casan cuando realmente lo desean y eso es un avance“, comenta Santa Cruz.

Mario Cubillos coincide: “Los tribunales hoy valoran los acuerdos entre las partes y se promueve el interés superior de los niños. El divorcio, lejos de ser una amenaza, es una herramienta que permite resolver de forma legal y justa una situación dolorosa. No se trata de destruir familias, sino de permitir nuevas formas de vivirlas”.

Perspectivas a futuro

En estos 21 años, la ley ha demostrado su capacidad de adaptación. No obstante, para los expertos es necesario avanzar hacia una modernización de los procedimientos.

“Aún quedan aspectos que deben reformarse, como la posibilidad de un sistema de mediación extrajudicial más eficaz. Hay que poner el foco en el bienestar de las personas, especialmente de los hijos, y no en la burocracia“, dice Cubillos.

Desde la sociología y la psicología se insiste en que las leyes deben seguir el ritmo de los cambios culturales. “No se trata de imponer una visión de familia, sino de reconocer que hay muchas formas de amar, convivir y separarse. Y todas merecen el mismo respeto“, concluye Santa Cruz.



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